viernes, 4 de mayo de 2012

Sacrificios mal repartidos


    Por arte de birlibirloque nos encontramos inmersos en una profunda crisis económica  que socava los fundamentos de nuestra convivencia y cuya salida desorienta a los políticos y divide a los economistas, apostando unos por imponer recortes a ultranza en el gasto público y sosteniendo otros que la salida pasa por la adopción de estímulos que favorezcan el crecimiento.
    En el caso de España, el gobierno surgido de las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, sometido a la presión de la Comisión Europea, el gobierno alemán y los temibles “mercados”, se siente forzado a optar por la primera solución con lo cual nos vemos metidos de hoz y coz  en un proceso de austeridad presupuestaria que para la mayoría de los ciudadanos significa vivir en la pobreza, incrementar el paro, apretarse al máximo el cinturón, y en definitiva, someterse a una cura de caballo sin  plazo de vigencia, para cumplir así el “diktat” de la señora Merkel y la especulación de los mercados que encarece el pago de la deuda y empeora las dimensiones del problema.
    Ante la gravedad de la situación, Rajoy toca a rebato y compromete a todos a asumir de buen grado las reformas impopulares que implementa para vencer la amenaza que pende sobre España de ser rescatada, con las ominosas consecuencias que ello comporta, según comprueban en sus propias carnes Grecia, Irlanda y Portugal.
    Que nos encontramos en un peligroso aprieto es evidente y que superarlo con éxito beneficiaría a todos. Es, por tanto, un problema nacional.
    Para que todos podamos sentirnos concernidos y aportemos cada uno nuestro grano de arena, es preciso que los sacrificios compartidos sean equitativos, de forma que no caiga el peso de la crisis sobre los hombros de quienes son más vulnerables, los cuales a pesar de no haber tenido arte ni parte en el desastre, se ven y se desean para llegar a fin  de mes.
    Lamentablemente, la equidad es la principal asignatura pendiente de nuestro sistema  político, económico y fiscal. Esta insolidaria característica tuve ocasión de verla  reflejada en dos noticias recientes. En un periódico nacional del 31 de marzo pasado, en la misma página aparecen una información que daba cuenta de que en 2011 habían sido desahuciadas 58.200 familias, y a su lado otra reveladora de que “los cinco directivos mejor pagados ganan 62,7 millones”, y detallaba los beneficiarios de tan suculentas remuneraciones. Y sin traer a colación las desmedidas ganancias de las mayores fortunas del país, destacan las ayudas a los bancos y las facilidades y moratorias concedidas para que los equipos de futbol liquiden sus increíbles deudas a Hacienda y a la Seguridad Social hasta el año 2020.
    Si estamos ante una situación de emergencia, lo coherente es combatirla con medidas excepcionales sin perder la proporcionalidad entre las exacciones que se exigen a los contribuyentes y sus ingresos. A este respecto recuerdo que tras nuestra Guerra Civil se impuso una contribución especial sobre beneficios extraordinarios (que sigue habiéndolos) que duró, si mal no recuerdo,  hasta 1948.
    Paradójicamente,  el gobierno del PP en su reunión del 30 de marzo pasado acordó conceder una amnistía fiscal a los evasores de impuestos que ocultaron sus capitales en paraísos fiscales para ponerlos a buen recaudo de Hacienda y decidan retornarlos, pagando una tasa del 10%.
    Tal tratamiento fiscal privilegiado es totalmente injusto y un agravio a quienes pagan sus impuestos religiosamente sin rechistar. Son hechos que desmienten el conocido eslogan de que Hacienda somos todos.

No hay comentarios: