miércoles, 5 de diciembre de 2012

Para que renazca el PSOE



    Es un hecho incuestionable que el PSOE sufre una aguda crisis, tanto de liderazgo como de pérdida de confianza entre sus afiliados y simpatizantes. Como partido de izquierda se ha enajenado la adhesión de millones de españoles como se ha puesto de manifiesto en las últimas consultas electorales así generales como autonómicas, cuyos resultados superan los peores registros cosechados desde la instauración de la democracia en España. Y no se perciben indicios de que vaya a detenerse el declive.
     La pérdida de rumbo se hizo visible por primera vez a tenor de la declaración de Felipe González de que el color del gato no importaba siempre que cazase ratones. Como si no tener principios fuera lo de menos. Esta deriva ideológica se puso de relieve nuevamente con la afirmación del ministro de las devaluaciones, Carlos Solchaga, de que España era el país donde uno podía enriquecerse más rápidamente. La tercera muestra de desorientación ideológica corrió a cargo de José Luis Rodríguez Zapatero, el cual durante su nefasta presidencia del gobierno –por emplear términos suaves- opinó públicamente que bajar impuestos también era de izquierda (aunque se tratase de los directos). En coherencia con sus palabras rebajó el IRPF y el de Transmisiones y eliminó el de Patrimonio. Medidas todas en beneficio preferente de las grandes fortunas.
    Me resisto a aludir a su insistencia en negar la crisis económica, por cuanto el crecimiento de la burbuja inmobiliaria, detonante del derrumbe, se había iniciado en 2002, por el gobierno de Aznar, impulsada por la ley que declaraba urbanizable casi toda la superficie del país. Lo que hizo el gobierno socialista fue aprovecharse de la aparente prosperidad que generaba la disparada construcción residencial de más viviendas que Alemania y Francia juntas, confundiendo lo extraordinario con lo normal hasta que estalló la burbuja y el mercado inmobiliario se derrumbó y el partido socialista cargó con las culpas propias y ajenas.
    En este estado de cosas, recuperar la confianza no va a ser tarea fácil. Y no lo será menos si el PSOE no vuelve a sus orígenes y recupera sus raíces. Para ello necesita sustituir a sus líderes actuales por otros no implicados en los errores de anteriores legislaturas. Estos gobernantes se acercaron tanto al neoliberalismo y al pensamiento único del PP (privatizaciones, pérdida de derechos laborales, rebaja de impuestos, sumisión a los poderes económicos y financieros) que al elector se le hacía difícil distinguir entre ambos partidos.
    Si el PSOE aspira a levantar cabeza y ser una alternativa de gobierno tendrá que depurar sus cuadros, aclarar sus posiciones ideológicas y enarbolar la bandera de la libertad, igualdad y solidaridad y proteger lo público frente a los intereses privados. Deberá responder a una serie de preguntas como las que enumero a continuación:
-  Supresión o reforma del Senado
-  Reducir el número de municipios
-  Supresión de las diputaciones provinciales
- Promulgación de una ley para combatir la corrupción, promover el retorno a la ética y la prohibición del transfuguismo
-  Eliminación de los monopolios
-  Reforma tributaria que iguale la fiscalidad de las rentas del trabajo con las del capital
-  Reforma integral de la política energética
-  Reforma del Estatuto de los Trabajadores para eliminar la exclusión  de sus normas a los altos directivos empresariales
-  Garantía de la enseñanza y sanidad pública, universal y gratuita
-  Elaboración de un plan realista y creíble para salir de la crisis
-  Democratización de la organización interna de los partidos
-  Supresión de los paraísos fiscales
-  Nacionalización de los bancos recapitalizados con dinero público
-  Anulación  de los blindajes y pensiones excesivos de los altos directivos empresariales
-  Revisión de los planes del AVE para ajustarlos a criterios de racionalidad y rentabilidad

Estas son algunas de las cuestiones sobre las que el PSOE deberá pronunciarse para que los españoles podamos apreciar si ha recuperado su norte o sigue desnortado.

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