Es un hecho incuestionable que el PSOE
sufre una aguda crisis, tanto de liderazgo como de pérdida de confianza entre
sus afiliados y simpatizantes. Como partido de izquierda se ha enajenado la
adhesión de millones de españoles como se ha puesto de manifiesto en las
últimas consultas electorales así generales como autonómicas, cuyos resultados
superan los peores registros cosechados desde la instauración de la democracia en
España. Y no se perciben indicios de que vaya a detenerse el declive.
La
pérdida de rumbo se hizo visible por primera vez a tenor de la declaración de
Felipe González de que el color del gato no importaba siempre que cazase
ratones. Como si no tener principios fuera lo de menos. Esta deriva ideológica
se puso de relieve nuevamente con la afirmación del ministro de las
devaluaciones, Carlos Solchaga, de que España era el país donde uno podía
enriquecerse más rápidamente. La tercera muestra de desorientación ideológica corrió
a cargo de José Luis Rodríguez Zapatero, el cual durante su nefasta presidencia
del gobierno –por emplear términos suaves- opinó públicamente que bajar
impuestos también era de izquierda (aunque se tratase de los directos). En
coherencia con sus palabras rebajó el IRPF y el de Transmisiones y eliminó el
de Patrimonio. Medidas todas en beneficio preferente de las grandes fortunas.
Me resisto a aludir a su insistencia en
negar la crisis económica, por cuanto el crecimiento de la burbuja
inmobiliaria, detonante del derrumbe, se había iniciado en 2002, por el gobierno
de Aznar, impulsada por la ley que declaraba urbanizable casi toda la
superficie del país. Lo que hizo el gobierno socialista fue aprovecharse de la
aparente prosperidad que generaba la disparada construcción residencial de más
viviendas que Alemania y Francia juntas, confundiendo lo extraordinario con lo
normal hasta que estalló la burbuja y el mercado inmobiliario se derrumbó y el
partido socialista cargó con las culpas propias y ajenas.
En este estado de cosas, recuperar la confianza
no va a ser tarea fácil. Y no lo será menos si el PSOE no vuelve a sus orígenes
y recupera sus raíces. Para ello necesita sustituir a sus líderes actuales por
otros no implicados en los errores de anteriores legislaturas. Estos
gobernantes se acercaron tanto al neoliberalismo y al pensamiento único del PP
(privatizaciones, pérdida de derechos laborales, rebaja de impuestos, sumisión
a los poderes económicos y financieros) que al elector se le hacía difícil distinguir
entre ambos partidos.
Si el PSOE aspira a levantar cabeza y ser
una alternativa de gobierno tendrá que depurar sus cuadros, aclarar sus posiciones
ideológicas y enarbolar la bandera de la libertad, igualdad y solidaridad y proteger
lo público frente a los intereses privados. Deberá responder a una serie de
preguntas como las que enumero a continuación:
- Supresión o
reforma del Senado
-
Reducir el número
de municipios
- Supresión de las
diputaciones provinciales
- Promulgación de
una ley para combatir la corrupción, promover el retorno a la ética y la
prohibición del transfuguismo
- Eliminación de
los monopolios
- Reforma
tributaria que iguale la fiscalidad de las rentas del trabajo con las del
capital
-
Reforma integral
de la política energética
- Reforma del
Estatuto de los Trabajadores para eliminar la exclusión de sus normas a los altos directivos
empresariales
- Garantía de la
enseñanza y sanidad pública, universal y gratuita
- Elaboración de un
plan realista y creíble para salir de la crisis
-
Democratización
de la organización interna de los partidos
-
Supresión de los
paraísos fiscales
-
Nacionalización
de los bancos recapitalizados con dinero público
-
Anulación de los blindajes y pensiones excesivos de los
altos directivos empresariales
-
Revisión de los
planes del AVE para ajustarlos a criterios de racionalidad y rentabilidad
Estas son algunas de las cuestiones sobre las que el
PSOE deberá pronunciarse para que los españoles podamos apreciar si ha
recuperado su norte o sigue desnortado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario