miércoles, 2 de abril de 2014

Adolfo Suárez: la despedida de un símbolo



Ha sido conmovedor el último adiós dado al que fue primer presidente de Gobierno de la democracia española, Adolfo Suárez, fallecido el 23 de marzo de 2014, con la presencia de los máximos representantes del espectro político, incluidos quienes le atacaron de la forma más mezquina mientras gobernaba. Parecía que el beso de la muerte había descubierto sus méritos y ocultado los fallos que antes le atribuían y afeaban. Diríase que quienes le crucificaron en vida, una vez desaparecido, le glorificaban.
    Tras su fallecimiento, el Gobierno no sabía cómo colmarle de honores. Primero se le concedió a título póstumo el collar de Carlos III (a buena hora) y se le dio su nombre al aeropuerto de Barajas. El ayuntamiento de Madrid le nombró hijo adoptivo. Sin duda, seguirán llegándole distinciones que se le negaron en vida.
    Cuando ya no está presente se le reconocen sus virtudes, comenzando por los medios de comunicación que exaltaron al máximo su personalidad
y consiguieron  que mucha gente sintiera su pérdida como propia.
    Se recordó y elogió su capacidad de asumir riesgos (ley de reforma política que abrió el camino a la Transición o la sorpresiva legalización del Partido Comunista), o la valentía que demostró al negarse a obedecer la orden de esconderse bajo el asiento el 23-F: su clarividencia para iniciar y llevar a término el arriesgado tránsito de la dictadura a la democracia, consensuándolo previamente con partidarios y detractores.
    Por su entrega a la causa recibió como premio la embestida inmisericorde de tirios y troyanos y la traición de sus más allegados políticos hasta hacerle sentir la amargura de la soledad que le llevó a dimitir sin que nadie se lo pidiese; otro gesto más que le honra. El carácter voluble de la opinión pública se puso de manifiesto con la derrota del Centro Democrático y Social, partido con el que Suárez pensaba volver a la política después de la debacle de Unión de Centro Democrático.
    Tampoco la fortuna le fue propicia en su vida personal. Primero sufrió la muerte prematura de su hija, víctima de un cáncer, y poco después la pérdida de su esposa a causa de la misma enfermedad, y finalmente, once años de vida sin vivirla por efecto del alzhéimer.
    Ha sido gratificante ver juntos ante el ataúd a los líderes políticos de todas las ideologías en justo homenaje a quien fue el partero de la democracia que disfrutamos. Ojalá que esta concurrencia guíe a nuestros políticos a la altura de miras y el diálogo constructivo del que hizo gala Adolfo Suárez. Sería el mejor homenaje que pueda honrar su memoria. Pobres de los pueblos que esperan a la muerte para honrar a sus héroes.

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