domingo, 27 de abril de 2014

Máximo Cajal



El pasado 3 de abril fallecía en Madrid Máximo Cajal López, un diplomático de gran talla que dedicó su larga carrera al servicio de España. Ocupó todos los puestos del escalafón y en el desempeño de sus cargos participó activamente en acontecimientos tan destacados como la adhesión de nuestro país al Tratado de No Proliferación Nuclear, la firma en 1988 de Convenio de Cooperación para la Defensa con Estados Unidos que terminó con la entrega de la base militar de Torrejón de Ardoz, y el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel, entre otros hechos notables.
    En 1980, siendo embajador en Guatemala estuvo a punto de perder la vida en el incendio de la legación española provocado por los esbirros del general Fernando Romero Lucas, lo que encima fuese objeto de sañudos ataques mediáticos de la derecha.
    Para mí, Cajal tiene un mérito especial como autor del libro “Ceuta y Melilla, Olivenza y Gibraltar; ¿Dónde acaba España?” (Siglo XXI, 2003) que reforzó mis convicciones de que las plazas africanas y el Peñón constituyen otras tantas anomalías cuya solución pasa por amortizar su actual “status” jurídico-político.
    Si Gibraltar es la única colonia del continente europeo, Ceuta y Melilla tienen la misma naturaleza colonial con respecto a África por mucho que queramos integrarlas en el territorio nacional. También Guinea Ecuatorial y el Sahara Occidental fueron declaradas provincias españolas, y ello no fue óbice para que la primera obtuviera la independencia en 1969 y la segunda fuese entregada a Marruecos en 1974 en perjuicio de sus habitantes que desde entonces viven refugiados en Tinduf (Argelia) en espera de que el gobierno marroquí cumpla las resoluciones de Naciones Unidas para que se celebre un referéndum de autodeterminación.
    Hoy por hoy, las dos ciudades autónomas constituyen un quebradero de cabeza para España; son nuestra frontera africana, son un muro de contención de la inmigración irregular, tienen un coste considerable, son estratégicamente indefendibles y no forman parte del territorio amparado por la OTAN para su defensa. En suma, un semillero de problemas.
    Cajal, sabiendo la oposición con que se encontraría, tuvo la valentía de estudiar a fondo la situación de los tres enclaves y proponer una negociación conjunta con Londres y Rabat que condujeran a un acuerdo mutuamente satisfactorio.

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