domingo, 10 de agosto de 2014

Carta al nuevo secretario del PSOE



        He leído con interés sus declaraciones en El País (03.08.14) y, a fuer de sincero debo confesar mi decepción, tanto por lo que dice como por lo que silencia.
    Usted afirma que lo que hay que hacer es reformar y modernizar el país, pero dicho así, es una frase hueca si no se explicitan los fines que se persiguen, sabiendo a donde se quiere llegar.
    Habla usted de “garantizar la estabilidad del sistema de financiación autonómica”, mas, para lograrlo no se necesita una reforma constitucional como propone; basta plasmar en la ley los principios que consagra el artículo 31 de la Carta Magna.
    Crecer y garantizar empleo de calidad es un objetivo compartido por todos pero es preciso ofrecer la receta para conseguirlo. El crecimiento no se logrará con promesas y buenos deseos, hacen falta medidas concretas, como un plan de reindustrialización para no depender tanto de vender sol y playa u ofrecer salarios de miseria para competir con los chinos. A propósito, ¿cómo espera conseguir la reducción de los costes energéticos, lo que constituiría un aliciente para futuros inversores?
    Sería muy conveniente exponer cuáles serían las bases de una futura reforma laboral que sustituiría a la promulgada por el Gobierno en 2012. Suscitan dudas que esté usted de acuerdo con que las empresas necesitan mecanismos de flexibilidad interna y que tengan “un trato privilegiado” además de defender la libertad económica. ¿Dónde queda el papel del Estado? La confusión dificulta la comprensión del silogismo.
    Manifiesta su conformidad con el rescate bancario, pero la fórmula ofrecía distintas opciones. La de Estados Unidos permite al Estado recuperar los fondos aportados, en tanto la instrumentada por el gobierno del PP costará a los contribuyentes muchos miles de millones a pesar de que Rajoy prometiese que el rescate no costaría un euro a los españoles. Otra solución hubiera sido la nacionalización de los bancos quebrados en lugar de sanearlos y a continuación ofrecérselos en bandeja a los grandes que no fueron ajenos a la crisis.
    Aunque me sorprendieron algunos de sus puntos de vista, me causaron mayor extrañeza los silencios y omisiones de temas que afectan a los españoles en general. Por ejemplo, su posición ante una ley de partidos que garantice la democracia interna y regule la financiación privada, reduzca a dos los mandatos, elimine el transfuguismo, determine cuando es exigible la dimisión, impida que se cobren pensiones públicas e ingresos privados.
    Sr. Sánchez, si el PSOE continúa sometiéndose a las leyes neoliberales del mercado y olvida la defensa a ultranza del Estado de bienestar y del principio de igualdad que deben ser sus señas de identidad, el partido se quedará sin espacio político, que será ocupado por la derecha, por la izquierda revolucionaria o por los populismos como muestran las encuestas.
    Permítame recomendar a los militantes del PSOE, y más a sus líderes, que repasen la vida y obra del fundador, Pablo Iglesias, para seguir su ejemplo y no el de discípulos aprovechados como Felipe González.

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