domingo, 17 de abril de 2016

Dilemas de la sanidad pública



        La universalidad y gratuidad de la sanidad pública es un pilar fundamental del Estado de bienestar, y el sistema sanitario español está considerado  como uno de los mejores del mundo.
    En lo que se discrepa, no solo en España, es el grado de cobertura que debe alcanzar para que la salud de la población se acerque a la definición  que da la Organización Mundial de  Salud (OMS), según la cual, “consiste en un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente en la ausencia de afecciones o enfermedades”. Y al mismo tiempo, que sea económicamente sostenible.
    Se abre así un campo expansivo cuya cobertura integral y gratuita  rebasaría cualquier presupuesto admisible, independientemente de los esfuerzos que se hicieran para optimizar la gestión, aumentar la productividad de los medios empleados  y abaratar el coste unitario de las actuaciones. La demanda sanitaria es por su naturaleza ilimitada, en tanto que los recursos no lo son.
    El envejecimiento de la población, el tratamiento de la dependencia, la aparición de nuevas enfermedades (recuérdese el sida, la peste aviar, las vacas locas, el Ébola, el zika), el encarecimiento de las nuevas tecnologías que van surgiendo o medicamentos de alto coste como el empleado contra la hepatitis B, la rehabilitación de drogodependientes, los accidentes laborales, son todos factores que impulsan el crecimiento vegetativo del gasto médico-farmacéutico.
    De ahí la necesidad de establecer principios  éticos y criterios básicos para contener el gasto dentro de límites asumibles. Las restricciones que se introduzcan en el sistema deberían ir precedidas de un debate amplio, serio y plural, abierto a los ciudadanos y a las partes implicadas. Un ejemplo sería la exclusión de los tratamientos odontológicos  o podológicos, así como el copago farmacéutico.
    Otro ejemplo sería el trasplante de órganos en el que podría estar indicado un  orden de prioridades referido a los receptores, bien por razón de edad, situación familiar, etc.
    En España la Organización Nacional de Trasplantes tiene establecidos criterios al respecto, sin que hayan sido impugnados, los cuales, junto con la elevada tasa de donaciones, explica que sea todo un referente mundial.
  Otra situación polémica se da en el caso de los tratamientos médicos exhaustivos que rayan en el encarnizamiento terapéutico de los enfermos terminales acudiendo a los últimos adelantos de la tecnología, sea cual sea su coste, lo que suscita polémicas bioéticas en los que se mezclan  cuestiones de tipo religioso como el temor a la eutanasia.
    En determinadas circunstancias surgen problemas de prioridad en el tratamiento terapéutico cuando  concurren circunstancias especiales. Hace años fue  objeto de comentarios contrapuestos  en Gran Bretaña el caso de un paciente que falleció por no ser operado a tiempo de una afección cardíaca. A las protestas registradas, la conducta de los médicos fue justificada por sus colegas aduciendo que el enfermo era fumador,  y si no abandonaba el tabaco, a lo que se negó, la operación seria infructuosa, al tiempo que había muchos enfermos en lista de espera.
    Si las exclusiones son siempre discutidas y discutibles, no lo son menos  las prestaciones inclusivas. Una muestra de ello serían las curas de adelgazamiento, la bulimia y la anorexia, la cirugía estética (exceptuando la reconstrucción por accidentes o procesos degenerativos), el aborto, la esterilidad, la impotencia, el cambio de sexo, la fecundación asistida, la modificación genética de embriones para evitar la transmisión de enfermedades hereditarias, la elección de sexo de los hijos. Otro tanto podría decirse del suministro de Viagra y de anticonceptivos.
    El destino de los humanos es elegir constantemente entre lo deseable y lo soportable. Como no se pueden cubrir todas las necesidades, no hay otra solución que establecer por consenso  la selección de la demanda atendible por la limitada disponibilidad de recursos.
    Un tema de discusión es la atención que debe dedicarse  a la medicina preventiva  que podría evitar la aparición  de diversas patologías,  como son las campañas de vacunación (que no siempre son aceptadas por los beneficiarios potenciales). Concretar qué enfermedades pueden ser prevenibles y organizar las campañas correspondientes que garanticen el éxito son tareas  mejorables cuyo éxito siempre será relativo, de lo que sería ejemplo la dificultad de llevar al ánimo de los fumadores la necesidad de vencer su dependencia.

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