lunes, 1 de mayo de 2017

Próximo Oriente



      Tras la primera Guerra Mundial, el imperio otomano fue uno de los que se desintegraron y perdió las provincias que forman el Próximo Oriente, también llamado Oriente Medio por los ingleses, las cuales pasaron a poder de Inglaterra y Francia y fueron origen de una serie de Estados independientes –al menos teóricamente- cuyos límites fueron trazados arbitrariamente por dichas potencias.
    Para hacernos una idea aproximada de la importancia geoestratégica de la región bastaría tener en cuenta los enormes recursos de hidrocarburos, la presencia de los Santos Lugares y el canal de Suez que comunica tres continentes, así como la fundación del Estado de Israel que supuso un nuevo foco de tensión.
    Desde el punto de vista político, la democracia brilla por su ausencia y el respeto a los derechos humanos deja mucho que desear. Hasta ahora, la excepción era Turquía  que hacía posible la compatibilidad del Islam con la democracia. Esta consideración ha cambiado desde que el 16 de abril se aprobó un referéndum que transformó la  República parlamentaria en presidencialista y confiere al presidente poderes que  pervierten el principio de la separación de poderes consustancial con el régimen democrático.
    Concerniente a la religión, en el Próximo Oriente predomina el islamismo con  minorarías de las otras dos creencias monoteístas: la judía en Israel y cristianas en Siria, Líbano, Irak, Palestina y Egipto. La versión islámica chií, mayoritaria  en Irak, Irán y Bahrein acepta a Ali, yerno de Mahoma, como sucesor del profeta, y la sunní que representa el 90%  de la población islamica, los considera herejes.
    Para hacer aun más complicado el panorama, los tres credos, que descienden del mismo tronco, veneran  a Jerusalén como su ciudad sagrada: los hebreos porque allí estuvo el templo de Salomón cuyas ruinas forman el Muro de las Lamentaciones; los cristianos porque allí predicó y murió Jesucristo, el fundador; y los musulmanes  porque desde allí subió al cielo Mahoma a lomos de un caballo. Para ellos es su tercera ciudad sagrada, después de La Meca y Medina. En Jerusalén, mover una piedra puede ser motivo de una guerra.
    Con tantos elementos de conflicto que se entrecruzan, no sorprenderá que la región sea el lugar políticamente más inestable del planeta, que ha merecido nombres como avispero o barril de pólvora  en permanente peligro de estallido.
    Así lo acreditan las numerosas guerras, revoluciones, golpes de Estado y magnicidios que en dicho territorio se han producido, desde la segunda mitad del siglo XX. En 1947 fue proclamado el Estado de Israel, lo que fue motivo de tres guerras con los árabes; en 1956 Egipto cerró el canal de Suez y provocó otra conflagración; en 1975 se inició la contienda civil en Líbano; en 1979 estalló la revolución de los ayatolas en Irán que obligó al Shah a huir del país; en 1980 empezó la guerra irano-iraki que duró ocho años; en 1991 los estadounidenses invadieron Irak debido a que este país había ocupado Kuwait; en 2003 se repitió la misma aventura y desde entonces  Irak vive en el caos con atentados terroristas que no tienen fin.
    El más reciente y actual de los conflictos bélicos es la guerra civil siria iniciada en 2011. Transcurridos seis años sigue viva, causando destrucción, decenas de miles de muertos y millones de desplazados; unos trasladados a Europa y otros refugiados en los países vecinos de Líbano, Jordania y Turquía. En esta contienda se enfrentan  el ejército sirio, los rebeldes, los kurdos, Al Qaeda, y los yihadistas del llamado Estado independiente que conquistaron Mosul y fundaron el califato Islamista, además de la aviación rusa y norteamericana. Detrás de los que se baten en el campo de batalla se esconden Rusia, Estados Unidos, Arabia, Irán y Turquía que suministran a sus respectivos aliados armas y dinero para que  no se logre el alto el fuego y continúe el derramamiento de sangre. No se puede pedir más para que el conflicto se enquiste  y no se le vea final.
    En resumen, se puede afirmar que el Próximo Oriente produce más historia de la que puede soportar. Las pasiones están tan enconadas que no se avizora la posibilidad de un acuerdo que devuelva la paz y la estabilidad política. Lo que sí es seguro es que cuando  llegue el silencio de las armas, el país estará en la completa ruina, física y moral. La ONU da un ejemplo palpable de su incapacidad para cumplir los fines que sus fundadores le asignaron. Salvo un milagro, el Próximo Oriente seguirá siendo una fuente inagotable de noticias, y todas malas.

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